Subyugada por el abstracto arte de la cifra, la urbe se desliza foránea por tus aceras acuosas.
Un artesano de Thlön desfigura copto,
irrealidades en plaza Dorrego que te bifurca.
Y el leve indicio de nuestras enmarañadas manos
despierta el platónico rubor de un tiempo sin tiempo.
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